Ciudad de México.- Cruz Azul logró casi todo lo que el manual de un gran club requiere en la Copa de Campeones de Concacaf: culminar con un campeonato uno de los viajes deportivos más gloriosos que recuerden los aficionados celestes desde 2021, año del último éxito que conquistaron en la Liga. El tiempo jugó a su favor ante el Vancouver Whitecaps (5-0), despertó afectos, cánticos, celebraciones, un espectáculo de luces que iluminó las gradas de estadio Olímpico Universitario para hacer de este partido una fiesta monumental.
Los goles del capitán Ignacio Rivero (8), el argentino Lorenzo Faravelli (28) abrazaron a una multitud de 45 mil personas con la camiseta celeste, produjeron lágrimas, miradas al cielo, una celebración inspirada en Karate Kid al caer el 3-0 de Ángel Sepúlveda (38). Como si el peso del marcador no fuera suficiente, el polaco Mateus Bogusz gritó el cuarto hasta la zona baja del Palomar (45), donde los aficionados que soñaron con este momento –incluido el delantero del Milán, Santiago Giménez, ubicado en uno de los palcos junto con Christian Chaco Giménez- saltaron para aplaudir como lo hicieron de pequeños.
En menos de 45 minutos, el despertar del viejo gigante de la Concacaf –ahora el más ganador junto con el América con siete coronas- resolvió un encuentro al que sus rivales acérrimos no pudieron llegar. “Vamos Cruz Azuuul, queremos la Cooopa”, gritaron familias enteras desde el Pebetero hasta la cabecera norte, rodeados de banderas con el escudo del club, los años de sus pasados campeonatos en este torneo (1969, 1970, 1971, 1996, 1997 y 2013-14) y el mensaje de “Juntos en todas las batallas”, el cual identifica un sentir colectivo después de tantas derrotas escritas.
“Yo no quiero que mis nietos aprendan sólo a venir al estadio, quiero enseñarles lo que significa este escudo, que sepan que ser de Cruz Azul no es una camiseta ni una bandera, es ser fiel a la forma de llegar a un objetivo, aunque muchas veces se pierda”, dijo de la mano de su nieto la señora Hilda, emocionada por la noche que le hicieron pasar los jugadores en Ciudad Universitaria. Si el 4-0 era ya definitivo, Sepúlveda se encargó de mantener encendido el fuego con el quinto (50), suficiente para ratificar su primer título de goleo en la región.
Paradójicamente, a la fiesta del campeón le hizo falta el brindis. Los vendedores suspendieron la venta de cerveza dentro del estadio, como parte de las medidas establecidas por la elección judicial. Cientos de paquetes y cajas de refrescos y botellas con agua llenaron los contenedores ubicados sobre los pasillos, a pesar de las peticiones constantes de violar la ley. “Ya acabaron las votaciones, no chinguen. ¿Cómo vamos a festejar?”, protestó un grupo de seguidores de La Máquina, resignado al consumo de bebidas sin alcohol en plena goleada.
La final en la segunda parte tuvo otro significado. Acompañado por sus auxiliares, el gran ideólogo y técnico de este equipo, el uruguayo Vicente Sánchez, provocó que el capitán Rivero, Faravelli, Carlos Rodríguez y el goleador Sepúlveda recibieran la ovación de más de 33 mil personas al ser relevados en el campo. La jugada maestra de Sánchez, quien ayer terminó su contrato, produjo a la vez el efecto menos esperado. “Vicente, Vicente, Vicente”, cantó buena parte del público ubicado detrás de la zona técnica, pidiendo su permanencia al frente del plantel o al menos un reconocimiento a la altura del campeonato.
Contrario a la historia de antiguas definiciones, esta vez Cruz Azul no tuvo necesidad de sufrir. Dejó atrás las remontadas y goles de último minuto, el estigma de no ganar partidos de altura o perderlos sin explicación. Las letras de “Campeón” coparon la cabecera donde se ubica el principal grupo de animación del equipo, La Sangre Azul, al mismo tiempo que un tren en movimiento descubría los títulos ganados en Concacaf. “¡Olé, olé, olé, olééé, campeóóón, campeóóón”, el orgullo de miles se hizo cántico durante la ceremonia de premiación.
“Despertó el gigante”, repitieron algunos mientras una estructura gigante con la silueta del trofeo, arrastrado sobre una base con ruedas por al menos 20 personas, marcó la última parte de la noche. Fue entonces que el himno de la victoria, la canción We are the Champions, cantada por Queen, retumbó en un territorio que hasta hace unos meses era sólo de Pumas. Autoridades de la Concacaf ocultaron los logos y banderines alusivos al club universitario, al que pertenece el estadio Olímpico, debido al protocolo que rige la Copa.
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